Los nuevos retos o los de siempre con consciencia



Este año se vino con nuevos retos, lo que significa nuevas actualizaciones hay en la nube para ser descargadas. Y aunque siento muchísima resistencia al cambio, no hay forma de ignorar de que se viene, como cuando ves la mega ola en el mar y ya no hay tiempo de correr a la playa. Ahora también sé que tengo el poder de surfearla o nuevamente dejar que me revuelque pero de que viene, viene.

Siempre pensé que yo llevaba el peso de la maternidad en mis hombros, lógicamente los niños vivían conmigo más del 90% del tiempo, pero no había dado cuenta del apoyo que tenía y también de la excusa que tenía para no responsabilizarme completamente. Me había divorciado pero la rutina había permanecido completamente igual, tal vez me convencí de que si lo hacía así no se iba a sentir tanto todo el cambio que habíamos vivido. Pero no hay forma de tapar eso, hubo un CAMBIO un mega cambio y no se puede vivir como que nada paso. Tantas conversaciones que he postergado, tantas cosas que siento que no puedo decir en voz alta, en frente de los niños pensando que les voy a hacer daño maquillándoles la realidad y en verdad no tiene nada que ver con ellos, sino conmigo, mis creencias, mis miedos y mis inseguridades. Un ejemplo es que hasta ahora de mi boca no puedo decir que estoy divorciada al frente de ellos, cada vez que lo voy a decir lo digo de alguna forma que la palabra DIVORCIO no salga de mi boca.

Lo mismo esta pasando con esta etapa de que el papá se fue a vivir afuera.

Como si ya no lo supieran?  

Romper patrones viene desde ahí, en mi casa nunca se hablaron las cosas de frente, aún no lo hacemos. Nunca se abordaron las situaciones desde un comienzo sino cuando ya no hay formas de maquillarlas más.

No digo esto en forma de culpar a mis padres, sino en desenredar y entender por qué me cuesta tanto hacerlo yo.

Nunca nos enseñaron a ser padres, eso también es verdad y la maternidad es el trabajo más jodido que hay en el mundo, al menos para mí.

Nunca me imaginé vivir estas situaciones en mi vida, ni en mi más descabellada predicción del futuro. No tengo libreto, ni plan B. Muchas veces siento que no tengo ni las herramientas necesarias, ni la madurez para atravesar esto. Muchas veces cuando llega a la casa en la noche, me quedo en el carro llorando sin querer entrar, viéndolos por la ventana, tal cual película de Netflix.

Lo único que hago es levantarme cada día con la mentalidad de que hoy voy a dar mi todo, mi 100% cualquiera que sea en ese día.  Le pido al universo constantemente que me de la sabiduría necesaria para poder enfrentar cualquier situación de la manera más amorosa. 

Indudablemente todo esto está siendo un mega detonante interno, a veces con mucha consciencia y me imagino que muchas veces con mucha inconsciencia también.

Ellos también son unos grandes maestros, a veces me dan cachetadas de humildad y le enseñan a  mi niña interna a perdonar, a no ser resentida y a soltar.

Observándome cada vez más es impresionante como la culpa, mi demonio más fuerte, encuentra siempre huecos para infiltrarse y cuestionarme. 

Hoy siento tanta admiración por todas esas mamás que se han puesto la camiseta voluntaria o involuntariamente, que saben llevar la vida con tanta ligereza, que encuentran el equilibrio y también por las que están luchando como yo, en volver a encontrar ese camino, esa fluidez, esa seguridad en si mismas, esa validación de mi para mi.

Creo que todos nos merecemos más, no solo nuestros hijos, sino también nosotras. Así que cuando ese pensamiento venga nuevamente a querer hacerme chiquita (ese pensamiento de que ellos se merecen a alguien mejor), le digo yo también merezco más, y si estoy aquí es porque ellos me eligieron como mamá y si estoy aquí es porque esto no es más grande que lo que puedo manejar, yo estoy lista para crecer y para enfrentar lo que sea que venga.

Esta semana en una de las conversaciones del carro que ellos se peleaban de quien era el mejor en fútbol, les dije: dentro de esta familia no hay competitividad dañina, somos un equipo, todos nos empujamos hacia arriba, todos brillamos, todos nos damos aliento, nadie se pone el pie, todos somos amables y amorosos.

Ahora mientras escribo esto, lo recuerdo, así es como debo de programarlo yo también, somos un equipo, todos nos empujamos hacia arriba y nos acompañamos en los momentos duros con mucha paciencia y empatía. Somos una familia, son mi familia, y construir pasito a pasito esa familia que siempre soñé tener a mi lado.






Comentarios

Entradas populares de este blog

Mi antes y después

Family matters

la reina eres tú